viernes, junio 09, 2006

A la luz del signo de la muerte

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En este texto trato de dejar impresas las huellas experimentales del camino que en esencia he andado y por el cual regreso a la luz en procura de la gracia de ser mujer afluente con el nuevo tiempo.


Desde lo alto se abaten los haces de muchas luminarias, muchas luces encendidas para persuadirnos, para convencernos que todo lo que reluce es únicamente gracias al oro. Oro blanco en polvo, purísimo en falta de pudor, oro rojo de sangre derramada, oro amarillo de las cloacas, oro negro del mar desierto.

Vimos a los productores de fantasías, y a los industriosos del entretenimiento creando diversionismo, en foros, hemiciclos y anfiteatros. Miramos a los fabricantes de historias reírse de nosotras. Vimos a los creadores de fuegos artificiales encender sus terríficos focos sobre la gran Babilonia, sobre los puentes de los ríos, sobre los muros de las ciudades, sobre los lugares bajos y los lugares altos, donde quedaron sus huesos de concreto, demolidos por sus luces de fuego parapetadas en los cielos.

Y luego vinieron con sus grandes y potentes reflectores, en bullicio, con luces de todo tipo, llamándonos a engaño, constriñéndonos a una verdad prefabricada, la tesis de las armas de destrucción en masa hecha añicos. Unieron sus diademas, tal como está escrito, porque en esos días sus luces fueron las únicas señales en el cielo...

Muchas fueron las cadenas que brillaron bajo estas luces deslumbrantes, corporaciones, tronos, profetas, jefes de estado, ciencias, doctrinas, dando su tétrico matiz a las matanzas en serie, a los campos de concentración guantanamizados, a los pozos saturados de cadáveres, a los numerosos campos llenos de innumerables fosas comunes Y a la luz incandescente e indecente menudearon encarcelamientos masivos, torturas vergonzosas y sub-humanas,. Y sus luces resultaron para muchos o para todos, ser prisiones del cuerpo y del alma.

Pero esa pregerminación de focos y luces no fue perfecta y se filtraron destellos por los resquicios de los ventanales y las cámaras. Si no hubiéramos recibido aquella luz verdadera que alumbra a toda mujer y a todo hombre con “G” de Gnosis, jamás hubiéramos discernido que esas luces tintas en el sórdido fondo oscuro de su inteligencia, eran nada más sombras, como lo son todas las luces del mundo cifradas en el “ego”... Sí no las hubiésemos creído, no hubiésemos conocido que esas luces oscuras eran en el tiempo moderno como en el antiguo, el “signo” de la muerte impreso en "la ciencia del bien y del mal" y su fruto inequívoco, dulce y letal. .

Por virtud de eso, encontramos el sendero estrecho y escabroso que bordea el abismo, y por él caminamos sin que nuestros pies tropezaran y cayéramos irremediablemente. Y así anduvimos y fuimos ascendiendo por el eviscerado, sucio túnel maloliente, entre sombras de luces negras y, entre vivos que eran en realidad cadáveres andantes.

Natinat

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