lunes, abril 25, 2011

Ese deseo que vive en la palabra

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Desde los secretos de tu cofradía me llega una melodía que sale de tu pecho
un canto con tono entristecido y maternal, es también fuego, fulgor, seno intensidades de tu ilimitado espectro sentimental

tus pulsos no saldrán ya de tus manos sin tu gracia y encanto
ni tus manos de tus guantes teñidos en blanco horror. Zarpas de Luzbel
a destiempo, el tiempo se quedará en la enagua o en el pantalón que usaste ayer


desconoces qué va a pasarte cuando Arlequín te sienta transformada en una copia de Columbina
o cuando Damián ya no te recuerde como su amada y se olvide de tu esencia divina
o cuando Alhamí vuelva a ser el alejandro que se alejó para dormirse entre fetiches exangües


acaso te volverás una reliquia de su palenque, piedra arcaica o enchape
un arroyo vacío de pepitas de oro en Waslala o Wiwilí, o te quedaras sumiéndote en un sumidero en el fondo del cañón
o un ñame que alguien decide no comer por llenura o hartazgo


¿qué va a pasarle a ese amor enraizado en el bastión de tu memoria?
¿qué va a ser de esa pasión que por ser visceral y volcánica, ha sido proscrita a ser sólo una noche de espejos?


¿A dónde irá a parar ese deseo que vive en la palabra y que con su verbo desafía el punzón anochecido de la carne?

no menos te cuestionas por la visión de la escalera misteriosa que sube 
a los infiernos
por donde ves bajar en secreto ángeles y demonios arrepentidos

un brillo diamantino y prismático proveniente de uno de los tres personajes
resalta tu salvación en el trasfondo tenebroso de lo fúnebre


es entonces cuando logro mirar en tus ojos una luz de insondable esperanza