viernes, julio 20, 2007

Sal sobre mi vientre




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Regálame un silencio de éstos a tu lado,
con el gris que el diablo esconde esta mañana bisectriz
detrás de la angustiosa loza que cubre tu cripta.

Dios lanzó aquí su herida. Y ahondo en mi piel
veo luciérnaga agonizante caer en el asfalto
y sé que ya no habrá más ángeles como tú sobre la tierra

Con su garra bien abierta, bien abierta
sembró un círculo tejido de tímidos verdes
y petrificados reptiles. Y me fui desgarrando

la niebla infiltra la voluntad cerrada
el musgo corona la nostalgia sedienta.
las palabras rotas no se sabe a donde van

Hay un aire de huesos ocultos
que asciende por el temblor incoercible
de estas letras póstumas, sangrantes.

El rojo finge aquí ser silueta de azul,
se hace polen, diminuto violeta
adornando los cabellos de las algas.

Los pájaros rechinan muy de cerca,
su vuelo atraviesa la mirada que me penetra
cual llovizna de mártires caídos.

Un olor a quemadura de sangre me despierta,
busca su salida la libélula congénita
con el cráneo de marfil de los inviernos.

Para un morir discreto, auto complaciente
tan sólo las miradas ciertas de mis cenizas
de este encierro sepulcral al que me convidas

Piramidal caen murciélagos oblicuos
corrosiva sal sobre mi vientre
como no temblar ante el desmayo de tus alas.


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lunes, julio 02, 2007

Dibujos

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Mi bolsa de tejer historias quedo vacía del ocioso rencor. Pensando en mis dominios, doblegando el estrés del golpe injusto. En el fondo un dibujo extraño de sendas secretas que requieren igual ánimo allá que aquí. Ecuánime. Todos los recursos se han agotado, la timidez, la astucia, la sinceridad, la insolencia, la gilipollez. Y llegas tú con tus visiones excelsas, oh increíble mar, desde el Ponto Euxino al neolítico de Nerja, a renovar bajo el vientre ovalado de la gaviota la fe en la justicia salada y la hermosura del mundo.

Gracias a ti tornasolado mar de rosas, a ti te sean dadas, tú que las tienes, bendita entre todas por un instante, pues no niegas ni halagas, sólo posas la ciega cabeza aromada, compenetrada de mis sentimientos, filo y herida de mi pueblo montañés. Mujer que el amor echo a ganar amigos de toda condición, dulce bosque fragante en la madrugada del alma, yaces como una ilusión en el hombro errabundo.

Frente al Cantábrico mar verdeazul y sus arenas rojizas, blanco de mis ojos aviesos y marrón litoral de irreparables deseos. Yo te acojo entre mis brazos, te mezo y celebro, criatura, quizá la última en el tesoro del Santander y luz del avaro piadoso.


Oh luz rosa del amanecer, letras divinas de quien ama en unidad enriquecedora y mística, oh dibujo de cielos lentos y profundos, oh gravitación del universo en la frontera del sueño y de la dicha terrestre. Antes que la memoria infiel y pordiosera nos borre, deja aquí tu nombre para escarmiento de lo voluble y la exaltación de las virtudes no pasajeras.


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